Publicado en la edición impresa n° 64 de Periódico El Pueblo (noviembre, 2017).

Las calles se llenan de vitalidad al cederles espacio al muralismo, una técnica artística que retrata diversas manifestaciones, ya sea de forma abstracta o figurativa, aplicada en un muro o pared.

La toma de muros

Lukutuwe, del mapuzungun, significa “lugar donde se arrodilla” y representa el origen del ser humano en la cultura Mapuche. Por esta razón es que Alonso Escobar, un joven trabajador social que ha dedicado más de 2 años al arte muralista, lo escoge como su nombre artístico. En los sectores de la zona sur de Santiago plasma en sus muros las demandas y problemáticas del pueblo, pues para él: “es una forma de romper con la desigualdad, ya que en estas zonas no hay arte como en el Centro, donde está repleto de museos, teatros y cines… que habitualmente se pagan. Además, allá hay más acceso y eso es notorio al caminar por la Alameda”. Esta aseveración se sostiene como el impulso medular de esta tarea, la cual considera de total aspecto político.

Sin embargo, su función no se limita solo al carácter expositivo, sino que también se expande en la práctica de la enseñanza, realizando talleres para los pobladores entre niños, jóvenes y adultos mayores. Estos talleres se desarrollan usualmente en la Población Yungay (ex Villa Lenin, La Granja), en La Bandera (San Ramón) y en El Castillo (La Pintana). Dentro de lo que ofrecen se encuentran, además, otro tipo de actividades recreativas, tales como campeonatos de fútbol, lecciones de batucadas y zancos. ¡Y por supuesto! Son totalmente auto-gestionados y gratuitos.

Para Alonso Escobar “el Muralismo se puede expresar desde lejos y entregar un mensaje para todos, incluso a aquellos que no lo conocen y que te digan ‘¡oh, señor! ¿Y usted qué está haciendo? ¡Qué bonito!’. Uno le explica, lo incluye y con ese objetivo los atrae hacia algo que es distinto a su realidad”. Asimismo, Alonso basa su motivación en encender la creatividad de los aprendices, sobretodo en el caso de los niños o niñas –donde se centra su enfoque-: “siempre trato de que ellos sean libres de crear, por eso yo me adapto a ellos, a lo que quieren hacer según sus intereses, por ejemplo, a uno le gusta jugar a la pelota y eso es lo que va a pintar. […] Así son ellos los que van proponiendo ideas y yo me preocupo de fomentarlas”.

En conjunto con la enseñanza también se refiere a la educación del país en materia de las artes. Él tiene una postura elevadamente crítica frente a esto, puesto que afirma el desprestigio generalizado por parte de las instituciones formales que frecuentemente intentan minimizar cualquier ejercicio artístico. Aquí comenta que “en los colegios, las actividades culturales son muy escasas, si hasta estudiar arte es como lo último”. En este sentido, la situación empeora más aun cuando nos reprimen desde pequeños, limitando el triunfo solo en lo académico, por ejemplo insistiendo en usar la frase “deje eso ahí, deje de rayar. […] Pon atención en clases, estudia”. Así, se convierte en una estrategia reaccionaria que se presta para inhibir ese proceso tan esencial para liberar emociones y por qué no, desprenderse de tensiones.

Violencia de la propaganda electorera

Un fenómeno que no queda ajeno para Alonso y su quehacer social, es la exuberante “invasión política de carteles de propaganda y publicidad de candidatos a diputados, senadores o presidentes, que en el período electoral irrumpen en el barrio”. Él afirma rotundamente que no es un aporte para la sociedad, más bien la ensucia con la basura que posteriormente se acumula en las calles. Por lo mismo, siempre pretende utilizar muros que están abandonados o saturados de pancartas de quienes están postulando a un cargo, “es un método de recuperar los rincones que son nuestros”, agrega.

Sin embargo, existen ciertas posturas que estigmatizan el arte callejero. En palabras de nuestro entrevistado: “No comprendo cómo no se espantan al ver el bombardeo de propaganda que suele tapar la visión a la Cordillera, pero sí les aterra o molesta que alguien haga un grafiti o un mural”. Esta idea es su  patente crítica hacia la naturalidad con que las personas se posicionan frente al uso electorero de los espacios, lo que provoca el rechazo hacia las personas que pintan los muros. Esta contradicción de posiciones refleja la dificultad de guiar a las masas hacia las ideas justas e impulsarlas hacia el boicot del sistema imperante y sus secuaces, pero a través del trabajo arduo y la persuasión paciente es posible revertir el rechazo del arte al servicio del pueblo.

Reunificar la población

Concibamos el arte como uno de los auténticos medios para manifestar a todo pulso el descontento que nos provocan las constantes injusticias del Estado y que sea éste el motivo que nos reunifique con entereza colectiva y cooperativa.

¡A apropiarnos de los espacios, que son nuestros por derecho!

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